Seguramente alguna
vez escuchaste la frase de que de lo único que podemos tener realmente certeza
es de la incertidumbre. Pues sí, parece ser así. Incertidumbre y cambio.
En
“el siglo pasado” ocurrían cosas tales como que había personas que pasaban muchos años (muchísimos) en la
misma empresa y, en algunos casos, incluso en el mismo puesto.
Esos hoy son episodios de ciencia ficción, sucesos de un
tiempo pretérito.
Estos
días, todo cambia, y lo hace a un ritmo veloz.
Nuestro
mundo ahora se proyecta como una suerte de diapositivas continuas, que tan
pronto has conseguido visualizar desaparecen para ofrecernos otra nueva serie
de imágenes. Y, me temo, que esto no ha hecho
nada más que empezar.
(Imagen de la Serranía de Ronda al atardecer. Málaga)
La
cuestión es: ¿estamos preparados para estas velocidades? ¿Qué beneficios reales
nos aporta? Quizás haya personas que necesiten de ese frenesí para sentirse
vivos, para continuar. Otros, sin embargo, se han dejado llevar por ese
galopante día a día y no obtienen beneficio de ello.
¿Para
qué corremos tanto? Quizás sea porque
hemos de ser los más rápidos, para competir con los otros miembros de la manada. ¿Para qué? Para conseguir ser los
mejores y lograr atesorar más riqueza, más bienes. Para tener más.
Pero,
¿nos hace eso felices? ¿Para qué queremos tener más? Para comprar más cosas,
para consumir. En ocasiones acumulamos productos innecesarios, que no nos
aportan felicidad. Los almacenamos solamente como símbolo de estatus, como si estuviéramos obligados
a ello.
Las
empresas en su afán de incrementar los beneficios, se ocupan de detectar y
crear necesidades en los consumidores y así poder vender más.
Gracias
al maquillaje del Marketing las envuelven en un halo de “imprescindibilidad”
(esta palabra no existe, pero me gustaría). Y nosotros, cual pusilánimes, lo aceptamos y acabamos
convirtiendo en nuestro objetivo lo que
en realidad nunca lo fue.
Podemos
hacer nuestros “pinitos” para parar. Lógicamente no podemos cambiar el mundo.
Aunque sí podemos intentar bajar el ritmo. Vivir de forma más natural y acorde
a nuestras auténticas necesidades.
Rechazar
esta velocidad requiere mucho valor y para eso te propongo lo siguiente (y casi
todo gratis):
- Deja el reloj en casa y da un paseo por un parque. Detente a observar todo aquello que te rodea.
- Desconéctate hoy del mundo 2.0 (libérate y sé capaz de no mirar durante un día ni el correo, Twitter, Facebook, Tuenti o la red social a la que estés más conectado)
- Queda para tomar un té o un café con ese amigo del que siempre te acuerdas, pero al cual nunca llamas. Interésate de forma sincera por cómo van sus cosas.
- Dile a tu mujer (o a tu novio, o a la persona que más te apetezca) que os vais juntos a un Spa. Sin que sea necesario que sea una fecha especial ni señalada. Disfruta con todos tus sentidos de esa experiencia.
- Juega y disfruta con tus hijos todo lo que puedas. No pienses que porque estés trabajando muchas horas y traigas dinero a casa, ya eres lo suficiente buen padre/madre. El mayor regalo que le puedes hacer a tus hijos es tu presencia.
- Revisa cual de tus hobbies se ha convertido en una obligación y ya no te proporciona satisfacción. ¿Has llenado de tanto ocio tu tiempo libre que ya no te permite disfrutar? Destiérralo de tu territorio de placeres.
- Desconecta el móvil. Toma ese libro que hace tiempo quieres leer y siéntate con la sola compañía de él.
- Sumérgete en un baño con aromas relajantes, esencias, velas, música especial. Sin tiempo de fin. Termina cuando te aburras (o cuando estés arrugado)
- Queda un día solamente para ver amanecer. Y una noche en algún lugar despejado para poder ver las estrellas.
Podría seguir y no acabar…
Hay tantas cosas maravillosas que se pueden hacer y que nos relajan y dan
paz y armonía.
Estoy convencida de que después de hacer alguno de estos ejercicios te
sentirás mucho mejor.
Disfruta de estos momentos.
Siente
el enorme placer, y concéntrate bien en ellos.
Si
en algún momento futuro te encuentras en una situación de estrés, podrás
tener un banco de recuerdos agradables al cual puedes acudir para sentirte
realmente bien.
tener un banco de recuerdos agradables al cual puedes acudir para sentirte
realmente bien.
Busca tu ritmo y ¡Sonríe y disfruta!